¡Je tiens l'affaire! fue el grito de júbilo que el 14 de septiembre de 1822 -hace ya 200 años- profirió Jean-François Champollion "le jeune" (1790-1832) al comprobar que sus hipótesis sobre el funcionamiento de la escritura del Egipto faraónico estaban dando resultados al estudiar las inscripciones de la célebre "piedra de Rosetta", que había sido descubierta el 15 de Julio de 1799, en la ciudad de Rashid (Rosetta) durante los trabajos de fortificación del fuerte Saint‐Julien a cargo del capitán Pierre-François Bouchard.
Muchas personas creen que las inscripciones bilingües en tres sistemas: jeroglífico, demótico y griego de la piedra de Rosetta son "mágicas" y que por alguna nigromancia (o algo así) Champollion pudo "leer" automáticamente los jeroglíficos; pero la verdad es que él lo pudo lograr gracias al trabajo continuo y erudito de toda su vida. Si, la piedra de Rosetta ayudó mucho, pero Champollion "le jeune" iba por muy buen camino y hubiera "descifrado el código" aún sin ella. La realidad es que el texto de la piedra de Rosetta, que es un decreto de donación del faraón Ptolomeo V Epífanes (210-181 a.C.) para los sacerdotes de Menfis en 196 d.C. es bastante soso y protocolario. Aquí un fragmento:
“...Desde que reina el faraón Ptolomeo, el eterno, el amado de Ptah, el dios Epífanes Eucaristos, el hijo del rey Ptolomeo y la reina Arsínoe, dioses Filopatores, han sido muy beneficiados tanto los templos como los que viven en ellos, además de todos los que de él dependen, siendo un dios nacido de dios y diosa y siendo benevolentemente dispuesto hacia los dioses, ha dedicado a los ingresos de los templos oro y grano, y ha invertido mucha riqueza para la prosperidad de Egipto, y ha consolidado los templos, ha sido generoso con todos sus medios, y de los ingresos y los impuestos que recibe de Egipto una parte ha sido condonada completamente y otra reducida a fin de que el pueblo y todo lo demás sea próspero durante su reinado...” (Bevan, 1927: 263–268).
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